No me invites a mi entierro

No nacimos para acudir a nuestro propio entierro. Es evidente que estamos, en cuerpo, sí, pero dejando de lado las creencias de cada uno, no acudimos en alma. No estamos programados para despedirnos de nosotros. Sin embargo, eso es lo que ocurre cuando dejamos de querernos. Cuando no nos aceptamos nos enterramos. Y nadie acude a ese velatorio.

Hace unos días, alguien me envió un mensaje por las redes sociales para recomendarme, cuando no casi exigirme, que arreglara mi diente torcido. Una maravillosa irregularidad que compite con mi colmillo derecho. “No lo digo con maldad”, “es una opinión, desde el respeto, pero estarías mucho más guapa si te lo arreglas porque te queda mal”. Ahí, a bocajarro y sin avisar. Una de esas tantas opiniones no pedidas que la gente regala amablemente. No dudo de la buena intención de esa persona, sí pongo en duda que estemos haciendo las cosas bien.

Si no es perfecto no es bonito. Ese es el mensaje que enviamos cada día. Y la tecnología se pone a disposición de ese mantra. Así hay miles de personas que retocan milimétricamente cada una de las imágenes que envían al mundo borrando, de un click, sus supuestas imperfecciones. No podemos. No podemos desvirtuar nuestra imagen que es, a la vez, y sin darnos cuenta, el espejo de tanta gente. Es nuestra pequeña responsabilidad para quiénes nos sigan los pasos. Porque no hay nada más frustrante que tratar de seguir un camino que no existe.

Esa frustración también se apoderó de mí un tiempo. No alcanzar los objetivos que uno se marca, la perfección, el estrés, el cansancio que sólo tú pareces sufrir… mandamientos que no caben en un cajón que los englobe bajo ningún titulo pero que son la losa de nuestro entierro. Qué rápido se cava ese pozo y qué difícil es darse cuenta de que estás en él. Por eso, cuando has mirado hacia arriba y visto la luz… cuando has salido y sonríes… te encanta que reluzca ese diente torcido. No voy a borrar mis imperfecciones ni a velar mis carencias. No voy a ser una viuda de mí misma.

Que descansen en paz los prejuicios del resto.

2 comentarios en “No me invites a mi entierro

  1. Es cierto, nadie debe decirnos nada de nuestras imperfecciones. La sociedad en la que vivimos y de la que forjamos parte nos esta haciendo seres irracionales. No nos damos cuenta pero los patrones que mueven esta sociedad no tienen porque ser los buenos. No tenemos ningún derecho a decir a nadie nada de su vida, de su cuerpo y sin embargo lo hacemos. Nos acordamos de esas imperfecciones cuando estamos abajo, sin embargo cuando sea persona está arriba, sus imperfecciones pasan a ser belleza.
    Por desgracia no utilizamos el raciocinio y nos movemos para que la sociedad no nos deje de lado.
    ¿Donde queda la educación? a esa pregunta es fácil responder: en último lugar. No interesa formar a gente que piense, que respete, interesa lo contrario a gente que te diga cosas que deberían callarse.

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  2. Laila, ¿En la sede barcelonesa de Mediaset hay algún plató de Radioset para las desconexiones barcelonesas de dicho canal de radio a través de la DAB+ e Internet?

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